China sigue siendo un país en el que cualquier tipo de maravilla parece posible, un país siempre misterioso y desconocido. Más allá de los estereotipos y de las frases hechas, de la propaganda de unos y la contrapropaganda de otros, está un país, con toda la riqueza histórica y humana que se pueda desear.
China florece ahora como no lo ha hecho antes, con sus cosas buenas y sus cosas malas, con sus miserias y sus tragedias, sus desigualdades, sus maravillas, sus secretos desvelados y esos otros que se quedan a medias. Y lo cierto es que quien se acerque a ella no saldrá decepcionado, pues cualquiera que sea su punto de interés, encontrará una oferta de actividades capaz de colmar sus expectativas.
Mercado comidas de Donghuamen
Cuando se pasea por Wang Fujing, la calle peatonal de Beijing y paseo obligado para todos los visitantes, se ve que al atardecer en la parte oeste de la calle hay dos mercados de comidas. Uno está tras un arco tradicional, curiosamente ese es el nuevo (y para mi de peor calidad), otro es el que está en la calle Donghuamen, que aunque parezca más nuevo, es el mercado de siempre. Tiene una buena variedad de platos, desde las ubicuas brochetas de cordero, a los bocadillitos de carne con verduras, el arroz con piña, los tallarines picantes tantanmian, las frutas acarameladas, y lo más curioso para los viajeros: las brochetas de escorpiones, saltamontes y crisálidas de mariposa.